Divisiones en México
México y Estados Unidos en 1846: Sus raices coloniales y
el legado de sus movimientos de Independencia
Por Jesús Velasco-Márquez
Instituto Tecnológico Autónomo de México
Cuando los Estados Unidos y México se enfrentaron entre 1846 y 1848 eran dos países que contrastaban radicalmente en sus condiciones sociales, económicas, políticas y culturales. Estos contrastes fueron el resultado de sus antecedentes coloniales y de sus experiencias durante sus respectivos movimientos de independencia.
México fue el producto de una "conquista temprana". Cuando los españoles establecieron su dominio sobre las poblaciones indígenas de Mesoamérica, en el siglo XVI, venían motivados por las ambiciones modernas de búsqueda de nuevas oportunidades de mejoramiento material, pero también traían consigo una fuerte tradición medieval. España durante ocho siglos había estado inmersa en la lucha de los reinos cristianos por reconquistar el territorio ocupado por los musulmanes, lo cual reafirmó su tradicionalismo religioso y social. De hecho los españoles concibieron sus empresas conquistadoras como una continuación de la expansión del cristianismo católico y las justificaron con la evangelización de los indígenas; por ello al lado de conquistador estuvo el misionero. Asimismo, al dominar a comunidades nativas populosas contaron con mano de obra abundante, lo cual permitió que se reprodujera una estructura social parecida a la feudal; el noble se reprodujo en el conquistador, el clero mantuvo su misma posición y el lugar del siervo lo ocupo el indígena.
Por otra parte, los españoles traían también una tradición de mestizaje; en España se habían mezclado griegos, fenicios, romanos, pueblos del norte de Europa, árabes y judíos. Así al enfrentarse a pueblos altamente desarrollados, como en el caso de los Aztecas, Mayas y las otras culturas de Mesoamérica, no sólo los dominaron sino que también se mezclaron biológicamente con ellos y asimilaron algunas de sus costumbres y estilos de vida. La paradoja de la conquista española fue que los españoles estaban orgullosos de su cultura europea (hispana) y trataron de continuarla en América, pero en el caso específico de México crearon algo diferente, una nueva sociedad y una nueva cultura.
El origen de Estados Unidos, fue el producto de una "colonización tardía". Cuando los ingleses establecieron la primera colonia permanente en Jamestown, Virginia en 1607, el Imperio español en América estaba prácticamente consolidado y la Nueva España era ya un emporio económico. La ciudad de México estaba entonces considerada una de las urbes más importantes del Imperio español. Inglaterra se sumó tardíamente al proceso de expansión colonial por su inestabilidad política, su proceso de transformación económica y sus conflictos religiosos; sin embrago, estas mismas condiciones permitieron que no desapareciera el Parlamento y que se limitara la autoridad real, que se iniciara un revolución industrial y que la autoridad religiosa se debilitara. Entre los factores que impulsaron la migración inglesa, hubo dos determinantes: la transformación de la economía y sus efectos en la sociedad, y los conflictos religiosos. Así el proceso de colonización se dio como resultado de la iniciativa privada, con una mínima intervención de los reyes, y su intención fue abrir nuevos mercados y centros de producción de materias primas, o bien servir de refugio a las sectas religiosas que buscaron la mayor autonomía posible de la autoridad británica. En las diversas colonias se establecieron autoridades locales y se imitó el sistema de gobierno limitado de Inglaterra, al tiempo que en dos de ellas –Maryland y Rhode Island– se permitió la tolerancia de cultos. Los colonos ingleses, por otra parte, no traían consigo una tradición de mestizaje, ni se enfrentaron al culturas indígenas altamente desarrolladas, por eso ni se pudo imponer un sistema social semi-fedual como el español sobre los pueblos aborígenes, ni se produjo una mezcla racial nueva. La paradoja de la experiencia inglesa, es que los ingleses vinieron, en su mayoría, decepcionados de su tradición europea y trataron de hacer algo nuevo en América, pero finalmente mantuvieron más los patrones culturales y raciales de su lugar de origen.
Los movimientos de independencia en cada país fueron contrastes. Los Estados Unidos fueron el producto de una "independencia temprana", mientras que México fue el resultado de una "independencia tardía".
Los colonos ingleses se rebelaron contra la autoridad británica, cuando ésta trató de crear un sistema de control imperial como resultado de la Guerra de 7 años, lo cual implicaba el abandono de la política de "negligencia benigna" bajo el cual habían crecido; en sí fue un movimiento para mantener su autonomía. De hecho la guerra de independencia en los Estados Unidos fue para preservar esa modernidad que había motivado la colonización. Para ello contaron con condiciones internacionales favorables (la rivalidad entre Francia y Gran Bretaña) que les permitió obtener recursos, alianzas y un reconocimiento aun antes de formalizar su emancipación; por lo cual fue un conflicto que duró sólo 5 años. Además, la autonomía de que habían gozado y su tradición política le permitió contar con un grupo de líderes políticos preparados para enfrentar el reto de la lucha de independencia y la formación del nuevo estado.
México, en cambio, obtuvo su independencia 40 años después que Estados Unidos, en 1821. La guerra fue un conflicto complejo y fragmentado; no sólo se busco la emancipación de España sino una verdadera revolución social y política. Los mexicanos no contaron con condiciones externas favorables: en su inició, en 1810, Europa estaba inmersa en la guerras napoléonicas y cuando finalmente se consiguió la meta, once años después, se había gestado un movimiento conservador que no favoreció el reconocimiento de los nuevos países americanos. Por último entre los dirigentes mexicanos, que sobrevivieron la sangrienta lucha por la independencia, había hombres de gran talento, pero con poca experiencia práctica en la política.
En 1789, la Constitución de Estados Unidos fue ratificada y el primer presidente de ese país tomo posesión. Estos acontecimientos parecieron implicar que "una unión más perfecta" había sido establecida y que una nueva nación emergía. Esta unión fue posible porque existía consenso en un punto sumamente importante: la ideología del liberalismo. La sociedad americana era liberal aun antes de que el liberalismo, como doctrina política y económica, fuera formulada. Así pues, sus principios fueron asimilados fácilmente porque ellos enfatizaban el interés individual como una meta legítima, y reafirmaban la diversidad y la competencia. En suma, Estados Unidos en 1789, intentó un singular experimento: crear una nación a partir de un estado, que a su vez se apoyaba en una ideología individualista y egoísta. Por ello, la diversidad de intereses se manifestaría en forma de coaliciones políticas. En suma, la emergencia de Estados Unidos fue el producto de un consenso político e ideológico. Además, uno de los rasgos políticos más importantes fue la continuidad de su liderazgo político y su desarrollo institucional. Entre 1789 y 1860 se eligieron 15 presidentes y 36 legislaturas sin problemas ni cuestionamientos a la legitimidad de los comicios; y no obstante, que aparecieron los partidos políticos, éstos lejos de ser un elemento disruptivo sirvieron para impulsar la democracia y para encontrar soluciones a los principales problemas.
Cuando México finalmente alcanzó la independencia, un estado de ánimo optimista se había adueñado de la sociedad mexicana. Pero la verdad era que la vida independiente de México no venía acompañada de los mejores augurios. México heredaba de la Nueva España una sociedad extremadamente fragmentada, tanto en su composición étnica, como en los niveles de educación y distribución de la riqueza; además, también existían diferencia regionales. Las condiciones económicas y sociales contribuyeron a exasperar el debate político. Inmediatamente después de la independencia dos principales proyectos para constituir el nuevo estado fueron propuestos: uno fue el que eventualmente sería llamado el "liberal", y el otro fue el que sería conocido como "conservador". Aunque los miembros de estas posiciones coincidían en sus metas económicas, y aun sociales, al querer sinceramente hacer de México un país moderno y próspero, diferían substancialmente en los medios.
Los conservadores enfatizaban la necesidad de proceder cautamente, sin trastocar la estructura social, y sobre todo preservando las instituciones que jugaban un papel primordial para mantener unida a una sociedad fragmentada, especialmente la Iglesia Católica. Los liberales, en cambio, proponían reformas sociales y económicas radicales. Pero el conflicto entre ambas posturas fue más dramático en la arena política; los liberales propugnaban por el establecimiento un estado republicano federal; mientras los conservadores reiteraron la necesidad de un estado centralizado, y se inclinaban fuertemente por la monarquía como forma de gobierno. Eventualmente se desarrollaría una facción intermedia que fue conocida como la de " los moderados".
Uno de los principales problemas fue que esos proyectos políticos fueron sostenidos y debatidos por una élite intelectual, cuyos contactos con el pueblo era muy escasos. Entre 1821 y 1850, el debate tuvo lugar casi exclusivamente entre los miembros de esos grupos. De hecho, no hubo partidos políticos, en el sentido estricto de la palabra, sino coaliciones coyunturales; además, la población no estaba acostumbrada al debate político. En esas condiciones la brecha entre la dirigencia intelectual y el pueblo, fue ocupada por individuos que habían adquirido algún prestigio a nivel local o nacional -caciques o caudillos- que en la mayoría de los casos antepusieron sus intereses personales a cualquier compromiso ideológico y nacional.
En esas condiciones, es, comprensible, hasta cierto punto, la inestabilidad política de las primeras cuatro décadas de la vida independiente de México. Entre 1821 y 1847, cuatro tipos de gobierno fueron ensayados: la monarquía en 1822, la república federal en 1824, y dos formas de república centralizada, la primera en 1836 y la segunda en 1843. A ese lamentable cuadro, debe añadirse que México se enfrentó a un ambiente internacional hostil. Vista en su conjunto la problemática del desarrollo mexicano entre 1821 y 1867, podría concluirse que sólo la existencia de un vínculo profundo, más allá de los económicos y políticos, puede dar razón de la supervivencia del país; por ello podría afirmarse que en México - en contraste con Estados Unidos- sí existía una nación, pero el estado fue muy precario.
En suma, mientras Estados surgió desde su origen colonial como un estado y sociedad modernos, para México modernizarse significó romper estructuras, destruir viejas instituciones y construir nuevas y modificar la forma de pensar de sus habitantes. Estos divergentes orígenes ayudan a explicar la posición de los dos países durante la guerra de 1846 a 1848.