Guerra de Estados Unidos contra México:
Una importante línea Divisoria
Por R. David Edmunds
de la Universidad de Texas en Dallas
Bajo los regímenes españoles y mexicanos, la mayoría de los indios americanos en el sudoeste disfrutaban de considerable autonomía. La política española para los indios era en ocasiones opresiva pero intentaba integrar a los indios americanos dentro de la estructura socioeconómica de la Nueva España. La política mexicana generalmente seguía la misma norma. La iglesia católica romana ayudó en esta integración, pero también proporcionó algunas instituciones para proteger, aparentemente, a los indios americanos del abuso de los oficiales locales. Por otra parte, el control de los españoles y mexicanos sobre estas regiones del norte era insubstancial y muchos americanos nativos , especialmente aquellos de la comunidad indígena quienes no residían en forma permanente y sedentaria en las aldeas, evitaban la influencia preponderante de los españoles o mexicanos. El Pueblo, gente del norte de Nuevo México y Arizona, estaba parcialmente integrado dentro del sistema mexicano, pero también mantenía un control considerable sobre sus vidas personales. Los habitantes sedentarios de las aldeas permanecieron apegados a ellas por razones de valores religiosos tradicionales. Muchos de ellos participaron en el extenso círculo de la economía de españoles y mexicanos, pero protegieron celosamente su herencia y muchos siguieron los pasos de sus padres con respecto a su fe y sistemas de vida. Aun aquellos habitantes de la aldea Pueblo, quienes se habían "convertido" al catolicismo, integraron esta fe cristiana con antiguas tradiciones religiosas de su tribu.
Los navajos y apaches permanecieron, por lo general, fuera de la influencia del dominio mexicano. El pueblo Navajo había adoptado manadas de los españoles y su tierra nativa, en la parte norte de Arizona, contaba con un gran número de rebaños de ovejas y manadas de caballos. Sin embargo, rechazaron los esfuerzos de los sacerdotes católicos para convertirlos al cristianismo, y su región norteña, localizada en la periferia de la influencia mexicana, les permitió vivir liberados del control político de los mexicanos. En contraste, los apaches estaban dispersados a través de todo el sudoeste pero su existencia nómada y ocupación en tierras inaccesibles de desiertos o montañas también contribuyó a mantenerlos, hasta cierto punto, alejados de la influencia mexicana. Tanto los navajos como los apaches atacaron poblados españoles y mexicanos, para obtener ganado y otras recompensas pero los apaches fueron muy eficaces en sus guerras con los mexicanos, particularmente después de que los oficiales en las regiones norte de México ofrecieron gratificaciones en efectivo por el cuero cabelludo de los apaches. Los apaches defendieron exitosamente sus tierras de los españoles y mexicanos por largos períodos.
En California, la influencia de los españoles y mexicanos se limitada a los indios americanos que residían a lo largo de la costa desde la moderna frontera mexicana a la región de la Bahía de San Francisco, y a un grado menor entre algunas de las tribus del interior de los valles. Ya para el siglo diecinueve, muchas de las tribus costeñas habían sido integradas al sistema de la misión. Los historiadores no están de acuerdo sobre el impacto que dicho sistema tuvo sobre la población de los indios americanos (algunos historiadores afirman que el sistema de la misión fue opresivo – otros argumentan que en general podía considerarse benevolente) pero la mayoría de las misiones estaban restringidas a las regiones costeras o a las partes bajas de los valles en los ríos de San Joaquín y Sacramento, y la mayor parte de las tribus que vivían cerca de la costa, las sierras o el norte de California, permanecieron fuera del dominio español o mexicano:
Durante los años de 1840, Texas representó un ejemplo diferente. En el año 1793, la mayoría de la población de los indios americanos nativos, de la parte sur de Texas, había declinado o se habían mezclado por medio de matrimonio con la población hispánica por lo que las misiones en Texas fueron secularizadas; y para el año 1825, la mayoría de la población indígena, en esta región, había desaparecido de los puntos históricos. Después del año 1836, solamente unos cuantos de los tonkawas y karankawas vagaban a través de sus tierras nativas, pero eran únicamente grupos de refugiados. Otros refugiados: cherokees, shawnees y otros pueblos de tierras selváticas al este del Mississippi se habían ido rumbo al este de Texas a principios del siglo, pero ellos también fueron forzados a salir de la República de Texas y a formar parte de Naciones de Indígenas. Los caddoes y wichitas, tribus nativas de Piney Woods y del norte de Texas también buscaron refugio al norte del Río Rojo (Red River) en Oklahoma.
Los comanches permanecieron como pueblo poderoso y formidable, pero su poder iba disminuyendo. Ostentando estar en paz, tanto con Texas como con Nuevo México, después de 1787 todavía dominaban las altas planicies del oeste de Texas pero después del año 1836 se enfrentaron con una oposición más rigurosa por parte de la nueva República de Texas. El Gobernador Sam Houston estaba dispuesto a negociar con la tribu, pero su sucesor Mirabeau B. Lamar estaba más interesado en dominar. En 1840-41 los comanches sufrieron la más grande de las pérdidas en contiendas en el Palacio de Justicia de San Antonio; en Plum Creek, cerca de Lockhart, y en el Río Colorado (Colorado River). Se vengaron, pero los blancos de Texas continuaron usurpando sus tierras y cazando sus manadas de búfalos.
En Texas, la Guerra entre Estados Unidos y México aceleró el avance de los americanos contra los comanches, pero en el resto del sudoeste el fin del conflicto marcó la línea divisoria para el pueblo de América del Norte. Los regímenes de los españoles y mexicanos habían desaparecido, gobiernos que contaban con capacidades militares y hegemonías limitadas en las regiones del norte. En su lugar vinieron los americanos, una gente más agresiva y deseosa de ocupar y ejercitar su control sobre la región. Durante el periodo de los mexicanos, Nuevo México, Arizona y California habían permanecido en el interior de estas regiones que contaban con un número relativamente pequeño de población hispana, la cual planteaba una amenaza limitada de política, cultural y militar para los indios americanos. En contraste, en las décadas posteriores a la guerra, gran parte del sudoeste (particularmente California) fue invadida por una nueva raza de inmigrantes: Los mineros angloamericanos.
La afluencia de los mineros de California, Arizona y Nuevo México, significó una amenaza para el pueblo indio americano. Compuesto primordialmente por jóvenes (usualmente entre veinte y treinta años de edad), hombres solteros, los mineros estaban ansiosos de explotar las riquezas de la región para después regresar a regiones mejor establecidas y disfrutar de sus riquezas. A diferencia de los agricultores, ellos no estaban permanentemente ligados a la tierra, y consideraban a los indios americanos como obstáculos a eliminar para que las riquezas pudieran ser extraídas.
Los campos mineros fueron lugares violentos, desprovistos de instituciones "civilizadas" (iglesias, esposas, familias) que se encontraban en áreas más estables. Además, muchos de los mineros estaban bien armados y sus campos saturados de alcohol. La violencia entre los mineros y sus vecinos cercanos, los indios americanos, se desató y la gente de las tribus sufrió las consecuencias. Efectivamente, tan pronto como los depósitos en la superficie se agotaron y muchos mineros se encontraron sin empleo, rápidamente se enlistaron como "voluntarios asalariados" en las unidades militares de la frontera las cuales periódicamente atacaban a las comunidades de indios americanos. Por ejemplo, la milicia de John Chivinton, en Colorado, que atacó a los cheyennes y arapahoes en Sand Creek, estaba compuesto primordialmente de ex-mineros así como de los muchos voluntarios que ayudaron al General James Carleton en su campaña contra los navajos. Los mineros, que carecían de trabajo encabezaron los ataques contra los indios americanos en California, en donde la población de aproximadamente 150,000, en la víspera de la guerra entre Estados Unidos y México disminuyó a menos de 30,000 veinticinco años después.
Como consecuencia, los indios americanos en el sudoeste fueron asediados. Aun las tribus que vivían en áreas remotas, ignoradas anteriormente por los americanos, encontraron sus tierras invadidas por hombres en busca de oro, plata y otros metales preciosos. Algunas tribus, como las de los apaches y navajos se resistieron, pero al final, todas las tribus fueron dominadas. Las comunidades de los indios americanos habían persistido en el sudoeste, pero la mayoría habían sido aisladas en regiones geográficas que los angloamericanos consideraban como indeseables. Trágicamente, para los indios americanos, las secuelas de la guerra entre Estados Unidos y México ocasionó la destrucción de gran parte de su independencia y autonomía.