Las Tierras Fronterizas en la Víspera de la Guerra
Una conversación con David J. Weber
Universidad Metodista del Sur
Antes y durante la guerra entre Estados Unidos y México ¿qué veían Estados Unidos y México que estaba en juego con la "nueva frontera" en el occidente?
México y Estados Unidos libraron una guerra por una vasta cantidad de terreno, lo que equivaldría a la mitad de México una vez concluido el conflicto, comenzando por supuesto con Texas, que Estados Unidos se anexó. El interés de Estados Unidos por la expansión es muy sencillo. Queríamos a Texas sencillamente por su fina producción agrícola, especialmente de algodón, que resultó ser la mercancía principal. California era la meta real en el lejano occidente: poseer los puertos en el Pacífico y convertirnos en un imperio continental. No estábamos terriblemente interesados en Nuevo México, Arizona, Colorado, Utah y Nevada, que también pertenecían a México, pero era necesario conquistar esos territorios si lo que se deseaba finalmente era conectar el Atlántico con el Pacífico por medio del ferrocarril, lo cual ya era un sueño.
Desde el punto de vista de México, estas tierras no eran de un gran valor, pero le pertenecían a México. Las tierras eran suyas y tenían un valor potencial en el futuro. No eran de un valor económico inmediato, pero los mexicanos sabían muy bien que Texas era un lugar estupendo para la agricultura. Los reportes que llegaban al centro sugerían que Texas y California eran provincias potencialmente muy ricas. No creo que ni los Estados Unidos ni México apreciara especialmente el desierto. No sería sino hasta que se inventara el clima artificial que nos emocionaríamos con el desierto. México reconoció que necesitaba defender su frontera norte si no por ninguna otra razón que la de impedir que Estados Unidos se acercara más a México, y luego diera el siguiente paso inevitable de llegar hasta la misma ciudad de México. Estaba en funcionamiento una especie de teoría de dominó.
Ésta era una área extraordinariamente remota de la República Mexicana. En esa época, los centros de población estaban en realidad a la inversa de como están hoy. En 1821, cuando México obtuvo su independencia de España, California estaba escasamente poblada con alrededor de 3,200 mexicanos. Nuevo México, por otra parte, tenía una población de alrededor de 40,000 y era un dinámico centro de la frontera norte. Texas también estaba escasamente poblada con alrededor de 2,500 mexicanos. La gente de las zonas fronterizas vivía esencialmente en islas: enclaves disconexos los unos de los otros. No había líneas horizontales de comunicación en el suroeste. La gente que vivía en San Antonio estaba más propensa a pensar en Saltillo, Monterrey y la ciudad de México que en Santa Fe. Era improbable que la gente que vivía en Santa Fe se comunicara con gente que vivía en San Francisco. El abismo entre ellos era enorme.
¿De qué manera dieron forma estas vastas distancias a las actitudes y los intereses de la gente que vivía en estas remotas áreas?
Muchos historiadores opinan que en cierto sentido México no era una nación en esta época temprana, sino más bien una colección de naciones. Nuevo México, California, Yucatán, Zacatecas, Oaxaca. Estas distantes áreas del centro del país le eran mucho más leales a sus propios gobiernos regionales. Esta nueva creación, esta nueva República de México sin rey ni ningún tipo de poder que había tenido la realeza española, tenía que exigir lealtad y autoridad. Era una abstracción. México era un país en proceso de inventarse a sí mismo y estas diferentes partes no se mantenían del todo bien juntas hasta que el centro de alguna manera se uniera. Creo que en esta época el centro parecía ser más una amenaza para dichas partes, que una fuerza que las unificara.
A mediados de la década de 1830, tenemos sublevaciones que surgen en México conforme el gobierno avanza más hacia el centralismo. Las rebeliones surgen en Sonora, que incluía un poquito de lo que ahora es Arizona. Rebeliones en California, rebeliones en Nuevo México, rebeliones en Texas. La rebelión de Texas resultó ser una de las más exitosas porque Texas estaba a la orilla de Estados Unidos y podía obtener armas, apoyo moral y soldados de Estados Unidos. Otras partes distantes como Yucatán se rebelaron de la misma manera y por varios años se mantuvieron lejos antes de volver otra vez a la República Mexicana.
A mí me parece que los mexicanos se sentían ambivalentes respecto a su lealtad hacia México en la medida que México no cumplía su parte. México no podía defenderlos con tropas. La economía mexicana no era lo suficientemente fuerte como para proveerles a los hombres en la frontera bienes manufacturados a precios razonables y éstos sentían que se les tenía abandonados políticamente. Este tipo de problemas hacía que no tuvieran una razón convincente de serle leal a México, sino de procurarse a sí mismos y cuidar sus propios intereses.
Algunos de los dirigentes californianos pensaban que la respuesta a esto estaría en tener una California independiente o tal vez bajo un protectorado británico o francés. Para algunos de ellos el protectorado estadounidense también era una posibilidad, pero había una variedad de opciones. En la víspera de la guerra entre Estados Unidos y México los neomexicanos pensaban en separarse de México y formar una república independiente. No sabemos cuántos neomexicanos hicieron esto, pero hay algunos documentos que sugieren esta inclinación por la separación. Se entiende perfectamente que los líderes de estas provincias se preocuparan por su propio destino y que no esperaran que el gobierno central les resolviera sus problemas y los de sus familias.
¿De qué forma tomaron en sus manos su destino estos colonizadores y resolvieron los problemas particulares de su provincia?
Dada la escasa población de estas provincias norteñas, una de las metas principales era la de encontrar, de alguna manera, más fuentes de población. Vivir en Santa Fe, por ejemplo, imponía un tremendo aislamiento del resto de México. El viaje de Santa Fe a Chihuahua era de 40 días. De la ciudad de México, el viaje en carreta podía durar hasta seis meses. Así que, ¿dónde vendían los neomexicanos sus productos? Estados Unidos comenzó a parecer un mercado muy atractivo. Era un viaje de 60 días por el camino de Santa Fe a Missouri pero el camino era en realidad más nivelado y más seguro de muchas maneras que viajando por el norte de México infestado de apaches.
Al momento de la guerra contra México, los neomexicanos dependían enormemente de Estados Unidos para el trueque de bienes. Este incluía principalmente bienes manufacturados hechos de metal, de mangueras a bisagras, de prendedores para el cabello a tijeras. También incluía bienes de tela que en Estados Unidos se podían hacer más económicamente a máquina que a mano en México. En la otra dirección tenemos la plata mexicana que era el producto principal que atraía a los estadounidenses a que comerciaran sus bienes para volver a Estados Unidos con plata, donde se había sufrido la escasez de moneda corriente. La plata era la que movía el comercio en Santa Fe.
Los neomexicanos se veían rodeados de indios hostiles y efectivamente lo estaban: návajos al oeste, utes al noroeste, comanches al noreste y apaches al sur. Uno podía dividir estos grupos en entidades aún más pequeñas como hacían los neomexicanos, que conocían a los apaches por varios nombres diferentes: llenos, mimbrenos, lipanes. Estos diferentes grupos de indios totalizaban 20 ó 30 grupos de indios hostiles que rodeaban a Nuevo México. De muchas maneras, el peligro que Estados Unidos representaba era mucho menos dramático que el peligro que representaban los indios en víspera de la guerra entre Estados Unidos y México.
Muchos mexicanos fronterizos tenían un agudo deseo de traer a más colonizadores de otras partes. "¿Cómo vamos a defendernos en estas remotas provincias a menos que seamos más? Si estamos rodeados de indios, entonces también nosotros necesitamos incrementarnos en número". Sin embargo, era muy pobre la probabilidad de obtener esos inmigrantes de México. El centro de México estaba muy lejos, así que el volver la mirada a Estados Unidos tenía un gran sentido. Cuando fueron llegando los estadounidenses, los mexicanos fronterizos pensaron que con mucho esto era una verdadera bendición. Esto no quiere decir que estuvieran enamorados de los angloamericanos, ni que pensaran que la cultura angloamericana fuera algo que no les representara peligros o amenazas. Simplemente significaba que estarían más seguros con más gente con armas dispuestos a ayudarles a luchar contra los indios.
La víspera de la guerra entre Estados Unidos y México, más que mejorado, las relaciones con los indios en realidad habían empeorado. Uno se da cuenta de ello en los lamentos de los fronterizos al momento de rogarle ayuda militar al gobierno central de México. Hay una cita maravillosa de la legislatura del estado de Chihuahua en la que se sugiere que los mexicanos en Chihuahua esencialmente no podían transitar los caminos, sembrar o laborar sin el permiso de los indios, de hecho, tenían ganado vacuno y lanar para el beneficio de los indios que ya vendrían y se los quitarían. Por otra parte, en algún momento los apaches se jactarían de que les permitían a los mexicanos criar ovejas para ellos y que su intención no era la de quitárselas todas por temor a que sus rebaños resultaran diezmados y no tuvieran recursos nuevos.
Creo que la cuestión de las relaciones deterioradas con los indios no puede entenderse separada del movimiento hacia el occidente de los angloamericanos de la época. Pensamos en los angloamericanos fronterizos como seres audaces, decididos a conquistar la naturaleza. Los mexicanos no consideraban a esos mismos fronterizos como audaces pioneros, sino como mercaderes de armas que se las vendían a los indios, los que a su vez las usaban para tomar el ganado y los caballos mexicanos y luego vendérselos a los angloamericanos a cambio de munición. Así que esencialmente los mexicanos ya no tenían control de la frontera. Tampoco controlaban el comercio de armas, no controlaban las municiones. Durante las décadas de 1830 y 1840, los indios encontraron más y más mercado con los estadounidenses para los bienes robados y la situación militar sencillamente se deterioró. Nuevo México estaba preparado para la guerra con los návajos apenas un mes antes de que Stephen W. Kearney tomara el camino de Santa Fe para invadir Nuevo México. Así que Nuevo México estaba en guerra, simultáneamente, con varios frentes. Al pensar en las relaciones angloamericanas-mexicanas de esta época, el énfasis está naturalmente en el conflicto. Tenemos que se caldea una guerra. Sin embargo, por abajo de la superficie hay una tremenda adaptación ante la llegada de los angloamericanos: viven con los mexicanos en Nuevo México y en California y se casan entre sí. Los mismos angloamericanos que dejaron Estados Unidos con actitudes racistas terminan como minorías en comunidades mexicanas. Se adaptaron y, efectivamente, abrazaron el catolicismo, el idioma español y, literalmente, a las mujeres mexicanas con quienes tuvieron relaciones muy cercanas. Así que la frontera mexicana se convirtió en un lugar de considerable armonía así fuera que se estuviera dando un conflicto en otros niveles.